viernes, 13 de febrero de 2015

La mujer ilustrada: el origen de las hoy deformes princesas

 

Los denominados ilustrados franceses fueron los primeros que concibieron, aunque con ambigüedades, a las mujeres como individualidades legales, políticas y sociales invocando principios y argumentos ilustrados.[1] Esta propuesta del lugar de la mujer se apoyó en argumentos filosóficos fundados en la razón como un rasgo universal de la especie humana; argumentos que, aunque no fueron esgrimidos sistemáticamente, introdujeron una de las líneas de reflexión y acción sobre la mujer más intensas de la historia

Entre los más representativos tenemos al Marqués de Condorcet (1743-1794),[2] el cual pone de relieve las necesidades sociales de todos los grupos marginados y que, a su juicio, se debían tener en cuenta para el progreso ilustrado de la humanidad, donde obviamente ubica a la mujer.[3] También Olimpia de Gouges (1748-1793)[4] desde una postura más radical, proclama la Declaración de los derechos de la Mujer y de la ciudadana (1791) como un proyecto para las mujeres, alternativa a la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano (1789) en la cual afirmaba la igualdad de los derechos de ambos sexos. Podemos señalar que las reivindicaciones de estos pensadores, tenían como condición necesaria la satisfacción de un primer derecho: el de la educación.

En los reinos de España la recepción de estos planteamientos fue asumida con menos radicalidad. La temática se inaugura en el mundo hispano con el discurso “Defensa de las mujeres” que publicó Benito Jerónimo Feijoo dentro de su Teatro crítico universal (1726-1739) y que busca rebatir los argumentos biológicos y anatómicos, bíblicos e históricos que se habían aducido para justificar la inferioridad femenina. Tras los argumentos a favor y en contra de la mujer, sobre su capacidad intelectual, su igualdad o inferioridad respecto al hombre, entre otros, y tras la búsqueda de modelos útiles al Estado, el resultado que nos ofrece el pensamiento ilustrado español ensalzará a la perfecta esposa, gobernanta de la casa y madre de familia, el modelo de mujer doméstica, “ángel del hogar”, y a su lado, un modelo de hombre de bien, buen hijo, buen padre y buen ciudadano, trabajador, responsable y prudente, moderado en sus costumbres, disciplinado y exigente consigo mismo a la vez que comprensivo e indulgente con los errores de los demás. Porque si bien el discurso se centra en el tema de la mujer, a la luz de éste se define a su vez la identidad masculina.[5] La ilustración española promueve también una imagen de igualdad de talentos como complementariedad, donde la mujer debía estar sujeta al marido, pero el imperio del marido debía ser semejante al de la política, en el cual se promueve la utilidad común y donde la mujer desde su hogar es la primer responsable de la educación y de la reforma de las costumbres como maestra de virtudes morales.

Una mediación importante para una educación moderna de la juventud es el papel de la mujer, cuyo lugar en la sociedad tiene que ser reformado también. Aunque no la ubica fuera del rol de madre de familia, ni propone instituciones para la educación de la mujer, destacará el papel importante que tendrá en la sociedad, lo cual en sí ya es un avance. Para eso en los sermones eclesiásticos de la época se pone en sus como ejemplo a mujeres.

Analizaremos el caso de Pablo Vázquez, uno de los grandes predicadores de México de finales de siglo XVIII y principios del XIX, donde al hablar sobre la mujer nos pone a las primeras “heroínas”: una mártir laica, filósofa y cristiana que por mantenerse en coherencia es martirizada: Catalina de Alejandría; luego una mujer religiosa, instruida, promotora de la unidad en la Iglesia y que con valor enfrenta a las autoridades civiles y eclesiásticas: Catalina de Siena; y finalmente una contemporánea suya, ilustrada, piadosa, gobernanta, promotora de la cultura y las instituciones modernas: la reina Isabel de Braganza. En ellas nos proyecta su ideal para la mujer de su época. Lo inicia haciendo una crítica de la mujer tradicional en un sermón ante la “Junta de Caridad Patriótica por la Educación de juventud” en el templo de San Felipe Neri de la ciudad de Puebla en 1819:
La juventud no estaría tan corrompida si no hubiese muchas madres, que semejantes a la osa, que mata a sus cachorros a fuerza de acariciarlos. Si no tuviera los principales ejemplos de sus padres, o si estos tomaran más empeño en inspirar a sus hijos sentimientos de religión, rectitud y justicia, y no de vanidad y lujo, y ciertas frivolidades, que por una equivocación de ideas llaman educación civil. [6]
Al presentar a Catalina de Siena, critica fuertemente la frivolidad de este modelo tradicional de mujer, que ni se ilustra ni practica las virtudes:
¡Ah que contraste entre Catalina y las mujeres de nuestro corrompido siglo! Aquélla llora una ligera falta, que los historiadores de su vida no se atreven a condenar a culpa venial, y éstas viven ufanas y contentas con su trajes provocativos, y lo que no, puede sentirse bastantemente con su abominable desnudez, que pone lazos a la inocencia, solivianta al pudor, profana la santidad de nuestros templos y va derramando por todas partes la peste y el contagio.[7]
Luego en su sermón dedicado a Santa Catalina de Alejandría, mujer filósofa y mártir, presenta el ideal de la mujer, que a su vez se inspira en el tratado de Tertuliano sobre El adorno de las mujeres: un modelo de práctica y promoción de la virtud:
La caridad de Sta. Catalina fue muy fervorosa desde sus principios. Luego que se convirtió a Dios que fue en su edad más tierna y peligrosa, renunció todos los placeres y adornos. Nos la pintan como quería Tertuliano[8] fuesen las mujeres prudentes y virtuosas: manifestaos compuestas con los adornos de los apóstoles, tomando de la simplicidad, el candor de la vergüenza, la honestidad; traed en los ojos pintados modestia, en la boca el silencio, introducid en vuestros oídos la palabra de Dios y sujetad vuestra cerviz al yugo de Jesucristo; ocupad vuestras manos en el trabajo, vuestros pies fijadlos en vuestra casa y os apreciaran más que al oro; vestíos con la seda de la pubertad, con el lino de la santidad y la púrpura de la vergüenza y adornadas de este modo tendréis al mismo Dios por vuestro Esposo.[9]
En la oración fúnebre de la Reina Isabel de Braganza (1819), esposa de Fernando VII nos sintetiza el ideal para la mujer, ejemplificándolo con modelos de mujeres de distintas épocas según el siguiente cuadro de heroínas no santas, el antecedente de las abaratadas princesas:
Lugar
Nombre
Realización
Grecia Antigua
Aspasia

(c. 470-400 a.C.)
Ateniense y esposa de Pericles, mujer política capaz de “dirigir a su antojo a los principales hombres del estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de discutir con ella en términos exaltados y durante mucho tiempo”.[10]
Corina (s. V a.C.)

Poetisa lírica griega, compañera de Píndaro al que venció en un concurso de odas.
Roma Imperial
Hortensia
(ca. 42 aC)
Hija de Quinto Hortensio, gran orador romano, del siglo I, famosa por su oratoria. Se pronunció en contra de la imposición de un impuesto especial a las matronas más ricas.
Cenobia de Palmira
(245-274)
Reina de Palmira que vivió en el siglo III, guerrera, filosofa, gobernante y que se independizó de Roma. Derrotada por Aureliano se convierte en filosofa destacada de la alta sociedad romana, donde murió.
Inglaterra
Jane Seymour
(1509-1537)

Tercera esposa del rey Enrique VIII que cambió el ambiente frívolo de la corte de la época de Ana Bolena por uno conservador y austero.
Jane Grey
(1537-1554)

Reina de Inglaterra por nueve días a los 16 años en 1553, y además unas de las mujeres más cultas de su tiempo. Víctima de los conflictos de sucesión le cortan la cabeza por no abjurar de su fe católica.
Francia
Condesa de la Fayette
(1634-1693)
Vivió en el siglo XVII autora de la primera novela histórica: La Princesa de Cléves, considerada como la primera novela moderna.
Gabrielle de Estrées
(1570-1599)

Amante del rey Enrique IV de Francia y madre de tres hijos suyos que darán origen a la Casa de Borbón.
España
Catalina de Ribera (?- 1505)

Noble sevillana, constructora de hospitales y palacios. En Sevilla inició la construcción del Hospital de las Cinco Llagas, que luego concluyó su hijo Fadrique, dedicado al principio solo a curar mujeres y que era conocido como el Hospital de la sangre. También inició la construcción del palacio de la Casa de Pilatos.
Leonor de Toledo (1519-1562)

De la nobleza española, se casó con Cosme de Medici. Mujer que hablaba cinco lenguas y gran protectora de las artes en el renacimiento en Nápoles donde gobernó con su esposo.
América
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)
Fénix de las letras, décima musa, poetisa mexicana insigne del siglo XVII.

Como podemos ver en los modelos propuestos por Pablo Vázquez, todas se caracterizan por ser mujeres muy preparadas en el campo de las letras, las artes, con influencia notable en la vida pública y salvo Sor Juana, todas son laicas y esposas, con una influencia en la vida pública. Veamos ahora el texto del ideal femenino y la propuesta de reforma para la mujer de los ilustrados novohispanos en Pablo Vázquez:
Digan lo que quieran los que condenan a las mujeres exclusivamente a la rueca y a la aguja que la Grecia les opondrá las Corinas y Aspasias: Roma las Hortensias y Cenobias: Inglaterra las Seymour y Greys: Francia las Fayettes y D´Estrées: España las Riberas y Toledos, y América las Juanas de la Cruz. Estas mujeres ilustres, insignes en las letras, y otras muchas que lo han sido en el arte de la guerra, y en la ciencia de gobierno, les obligarán a confesar que si se variará el sistema de educación con respecto al otro sexo, no habría frivolidad en los discursos de las mujeres, no perderían el tiempo en el tocador, procurarían agradar más con los adornos del espíritu, que con los del cuerpo, estarán más al abrigo de la seducción de los hombres sus tiranos, y adoradores a un tiempo, y las madres serían las primeras maestras de sus hijos, que formarían su corazón para la virtud, y su entendimiento para las ciencias. De estas escuelas domésticas regenteadas por las madres, saldrían, como de las de Roma, cuando los maridos se ocupaban en las fatigas de la campaña: magistrados incorruptibles, abogados honrados, sublimes filósofos, y lo que más importa, buenos ciudadanos.[11]
En otra parte del sermón dice que la Reina Isabel ocupará un lugar distinguido por “la protección que dispensó a las ciencias y artes útiles”,[12] así como por ser una buena madre y esposa, que son la síntesis de los ideales ilustrados para la mujer.

La verdad, estas si eran reinas y princesas. No las insípidas y tontas princesas de Disney.






[1] Ángeles J. Perona- Ramón del Castillo Santos, “Pensamiento Español y representaciones de género”, en María Antonia García de León (coord.), Sociología de las mujeres españolas, Editorial Complutense, Madrid 1996, pp. 328- 334.
[2] Marquis du Condorcet, Oeuvres, F. Arago et MMe. O´Connor eds., F. Didot, París 1847-49, 12 vol. Véase la selección de textos realizada y traducidos del francés por Alicia Puleo, La Ilustración olvidada: la polémica de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Barcelona 1993, 175 p.
[3] Marquis du Condorcet, Esquisse d´un tableau historique des progrès de l`esprit humane, París, Flammarion, 1988. Cf. J. Perona, “las conceptualizaciones de la ciudadanía y la polémica en torno a la admisión de las mujeres en las asambleas”, en Actas del seminario permanente: Feminismo e Ilustración, 1988-1992, Instituto de Investigaciones Feministas, Madrid 1993, pp. 139-148.
[4] Olimpia de Gouges, Escrits Politiques (1788-1791), Côte-Femmes, Paris 1993. “La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” de Gouges (1791) puede leerse en Alicia Puleo, op. cit.
[5] Maribel Martínez López, “La imagen de la mujer en la literatura española del siglo XVIII. Paradigmas de género en la comedia neoclásica”, en Anagnórisis, 1, junio 2010, pp. 56-84.
[6] Elogio del ejemplarísimo sacerdote San Felipe Neri.
[7] Panegírico que en honor de la prodigiosa Virgen Santa Catalina de Siena pronunció Don Pablo Vázquez, Canónigo Lectoral en el Convento de Santa Catalina de Siena y Señora Santa Ana de Puebla el 23 de abril de 1809. AVCMP, Fondo Vázquez, caja 5.
[8] Tertuliano, De cultu feminarum. El adorno de las mujeres, Introducción, comentarios, texto latino y traducción de Virginia Alfaro Bech y Victoria Eugenia Rodríguez Martín. Málaga, Universidad de Málaga, sine data.
[9] Panegírico de la gloriosa mártir Santa Catalina de Alejandría pronunciado en la Parroquia del Sagrario Metropolitano por el Doctor D. Francisco Pablo Vázquez, Cura Rector más antiguo del Sagrario de esta Santa Iglesia Catedral Angelopolitana el 25 de noviembre de 1805. AVCMP, Fondo Vázquez, caja 5.
[10] Plutarco, Vidas: Pericles, XXIV.
[11] Oración fúnebre en las exequias que se hicieron en la Iglesia Catedral por SM la Reina Isabel, Marzo 1819. AVCMP, Fondo Vázquez, caja 5.
[12] A las actividades que se refiere Pablo Vázquez son la fundación en 1817 de la Real Fábrica de Porcelana de la Moncloa, donde aprovechando las pastas y moldes de la fábrica del Buen Retiro que había quedado destrozada por los franceses organiza la fabricación de objetos para uso exclusivo de la familia real. La otra es el impulso a las actividades de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fomentando la enseñanza del dibujo para niñas y jovencitas. La tercera fue recuperar el edificio destinado en tiempos de Carlos III para el Gabinete de Historia Natural que estaba en ruinas, y con espíritu ilustrado, juntar en ese lugar las colecciones de pintura de la corona, lo que sería el futuro Museo del Prado, seleccionando ella las 1500 pinturas con las que inició su acervo y deseando que estuviera abierto al público. (Cf. Fernando González Doria, Las Reinas de España, Bitácora, Madrid 1989, p. 419).

domingo, 1 de febrero de 2015

MALINCHE, MARINA O MALINTZIN: La triple vertiente de la identidad latinoamericana



Marina a su hijo: Te será muy fácil morir, poco menos fácil soñar, difícil rebelarte, dificilísimo amar.

Para presentar a nuestra siguiente princesa, lo haremos guiados por un mexicano excepcional: Carlos Fuentes. Seguro nunca la harán película en los estudios del ratón, pero es fundamental para comprender nuestra identidad hispanoamericana.
La historia de Malinche constituye un mito de origen donde podemos leernos a
nosotros mismos. La vida de esta mujer ha sido muchas veces malinterpretada. Malinche sería el prototipo de la traidora, de la ramera que se vende al invasor, la madre de todos los males que nos aquejan. Con esta interpretación parcial del mito no hacemos más que perpetuar la vieja idea machista de que en el origen del mal siempre se halla una mujer: Eva, Pandora, la mujer de Lot... Malinche. Comprender la figura de Malinche, símbolo de la condición de la mujer, del alma mestiza y de la identidad latinoamericana, será intentarnos comprender más a nosotros mismos.

Historia de Malinche
Nació en Paynala, (cerca de lo que hoy es Coatzacoalcos) territorio maya-chontal tributario al imperio mexica. Hija del cacique del lugar, le pusieron el nombre de Malintzin, que evoca a un tiempo a la diosa Malinaxotchitl, hermana del dios Huitzilopochtli, quien sacrificará al hijo de ésta; y Malinalli que representa el signo de peor augurio.
Malintzin quedó huérfana de padre siendo muy niña. La madre se casó y tuvo un hijo del nuevo matrimonio, y para eliminar cualquier disputa de sucesión vendieron a la primogénita a unos mercaderes de esclavos. Aprovechando la madre que había muerto la hija de una esclava de la edad de Malintzin, realizaron los funerales con gran solemnidad. Los mercaderes a su vez, vendieron a la niña a un cacique maya de Tabasco.
Cuando aterrorizados por Cortés los mayas de Tabasco le ofrecen 20 esclavas -entre ellas Malintzin -como presente de paz, ella contaba con 20 años, una inteligencia y belleza portentosas y el dominio de las lenguas náhuatl y maya. Ya con los españoles es bautizada junto con las otras mujeres indias, y le ponen el nombre de Marina. Inmediatamente es entregada a Portocarrero, lugarteniente de Cortés. Pero éste no tarda en percatarse de la utilidad de una esclava que podía ser una traductora insustituible. Las crónicas de los vencidos reflejan esta conversión de Malintzin en Marina con impresionante patetismo:
-Y se dijo, se declaró, se indicó, se relató, se puso en el corazón de Motecuhzoma que una mujer de aquí, de los nuestros, los guiaba, los servía de intérprete hablando náhuatl.[1]

Es muy posible que, como cuenta la leyenda, estuviera enamorada de Cortés, probablemente el primer hombre de quien recibió un trato amable. Este la arrebata a Portocarrero y la convierte en su amante. Mientras le es útil la trata con extrema deferencia, otorgando gran importancia a su intimidad física y ofreciéndole lujosos regalos. Cuando deja de serlo, del mismo modo que la arrebató a Portocarrero, la entregará a un soldado.
Cortés es todo ambición. No duda un instante en mentir, sobornar o lisonjear con tal de conseguir sus fines. La traición está en la base de sus victorias. Si no estuviéramos acostumbrados, se nos haría difícil creer que alguien pudiera responsabilizar de la crueldad de Cortés a la mujer que andaba con él: Parece que Marina fue la instigadora de la matanza de Cholula ordenada por Cortés porque ella creyó que los indios estaban conspirando contra los españoles.[2]
En 1522 Marina fue madre del primer heredero del título de Marqués del Valle de Oaxaca: Martín Cortés. Cuando en una expedición a Honduras que paró en total fracaso Hernán Cortés pierde gran parte de su poder, desesperado y borracho entregó a Marina al soldado Juan Xaramillo con quien se convirtió en encomendera en Jilotepec y tuvo una hija llamada María. A partir de aquí poco se sabe de ella.

La mujer
En cuanto indígena Malintzin es traicionada por sus padres, desposeída de sus derechos hereditarios, violada por su hermano y vendida como esclava. Su condición de mujer es la de objeto que pasa de mano en mano y se valora por su cuerpo y su capacidad de trabajo.
En cuanto mestiza la Malinche es vista como puta, hipócrita, como traidora. En ningún momento se la considera como víctima sino como culpable. No es vista como violada sino como la malignidad que desculpabiliza a Cortés.
En tanto que asimilada a la otra cultura se destacan los valores de Marina:
No es digna de censura quien por amor y convicción fue ayuda a los que vinieron a develar una cultura para alzar con ella una nueva forma de pensamiento y vida.[3]
Y desde este punto de vista no dejan de reconocérsele cualidades meritorias, pero siempre detrás y al servicio del varón.

Identidad latinoamericana
Malintzin como realidad sociológica, racial, conformadora de nosotros mismos, es ignorada, negada y reprimida. El indio es el otro, el humillado, el negado, el escondido; es la debilidad, el sometimiento, la devaluación social. Lo indígena sobrevivirá, pero oculto. Por ello no resulta nada extraño que en el imaginario colectivo aparezcan princesas indias abandonadas por su padre o por el amante español, encerradas en cuevas y proclamando eternamente su tristeza. La presencia del espíritu de Malinche, la Mocuana o la Llorona se deja sentir por todo México y Centroamérica.         
El mestizo es hijo de la Malinche. El chele, el extranjero, la cultura impuesta, son instrumento de venganza contra la madre, contra la propia historia y geografía. La Malinche es mestiza desde el momento en que adopta la cultura española, pero no podemos juzgarla fácilmente: ella no puede más que odiar a su pueblo, su historia y su destino. Su hijo, el auténtico mestizo, para huir de la violencia colonial, se ve impelido a rechazar a la madre, tanto o más que ella lo rechaza a él por ser fruto sea de una violación, sea de un amor burlado. El mestizo quiere ser como el padre, pero éste no lo reconoce , ni se reconoce él como igual al padre. Esta frustración se traducirá en una violencia y desprecio contra las culturas indígenas mayor que la de los propios conquistadores. Violencia que se continúa prodigando en el exterminio indígena.
Las relaciones entre indígena y conquistador no son nunca igualitarias, por lo que la feminidad y la masculinidad se desarrollarán en el mestizo de forma tensa. La mujer mestiza, al no realizarse como mujer en relación con su compañero, buscará una maternidad cuantitativa. Ante la depresión o la vejez intentará prolongar su maternidad en el cuido de sus nietos.
El machismo en el mestizo es en buena parte la inseguridad de su propia masculinidad. Privado de identificaciones masculinas fuertes, se ve precisado a hacer alarde de ellas: la pistola, el uso de la fuerza, de la violencia, las manifestaciones de poseer cuantas más mujeres mejor, son la lucha por alcanzar la figura fuerte e idealizada del padre, siempre odiada por ser inalcanzable.

La identidad
Tener identidad significa reconocerse personal, social, culturalmente. El reconocimiento es la asunción o aceptación de mi historia, de mi país, de mi ser, de mis padres, de mis posibilidades y limitaciones. Tener identidad nos permite comunicarnos sin complejos con los demás y entendernos mejor a nosotros mismos, nos permite ser más conscientes de nuestras posibilidades reales y proyectarnos hacia el futuro. Si no aceptamos un aspecto o parte de nosotros mismos nuestra personalidad individual, social o histórica está enferma, desestructurada, sin una base firme.
Toda identidad, en cuanto es a la vez profundización de lo dado y proyección de lo que quisiéramos ser, es problemática. Por un lado no podemos pretender que conocemos a cabalidad lo dado, porque como toda realidad, es amplio e inabarcable. Por otra parte, la tarea de ir haciendo nuestro ser nunca está plenamente acabada. El problema de la identidad siempre será un problema abierto; pero si no nos lo planteamos, nunca tomaremos el destino en nuestras manos.

La humanidad
El mestizo nace con este ineludible sentimiento de orfandad de Blacamán el bueno, vendedor de milagros de la realidad, cuento de García Márquez:
¿Quién eres tú?, y yo le contesté que era el único huérfano de padre y madre a quien todavía no se le había muerto el papá y la mamá y me preguntó después qué haces en la vida, y yo le contesté que no hacía más que estar vivo porque todo lo demás no valía la pena.[4]
Pero este sentimiento de orfandad es propio del género humano.
Todos somos indígenas, Malintzin, ante la amenaza de destrucción y el anhelo de comunión con lo nuestro, es decir, con la tierra y nuestros congéneres. Todos somos Malinches ante la desilusión de un paraíso que no era real, y nos vengamos de la tierra, de los hombres, la cultura y los proyectos que abortaron nuestros sueños. Todos somos Marinas que creen por un momento que la violencia, la mentira y el poder podrán devolvernos la felicidad, hasta que nos convirtamos en sus víctimas.   
Aprender a vivir con los otros y luchar por aquellas estructuras económico-sociales que no traicionen lo más hondo de nuestro ser y aspiraciones es la tarea que nos es dado llevar a cabo, si no queremos convertirnos en "malinchistas" en el sentido tradicional del término. "Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores".[5]





[1]Códice Florentino”, citado por Todorov, Relatos aztecas de la conquista, p. 79.
[2] Camargo, “Historia de Tlaxcala” recogida por Todorov, Relatos aztecas, p. 261.
[3] Diccionario Porrúa, México 1975.
[4] Gabriel García Márquez, Blacamán el Bueno, vendedor de milagros, p. 59.
[5] José Martí, recogido por Fernández Retamar en Política de Nuestra América, p. 37.